En la primera década del presente siglo, mientras en Europa imperaban las corrientes de la literatura vanguardista, en Hispanoamérica, siguiendo la tendencia del realismo, surge un tipo de novela que se va a denominar regionalista. La novela regional nace con un propósito de situar de relieve los problemas que aquejan a cada nación latinoamericana en particular, dando así origen a diferentes obras narrativas entre las que figura “Doña Bárbara” de Rómulo Gallegos. Doña Bárbara, su primera obra de éxito y considerada en su momento como la mejor novela sudamericana cuenta el conflicto entre Doña Bárbara, que significa el aspecto salvaje de la naturaleza, y Santos Luzardo, que es la ley, el orden, el futuro, la modernidad.
En su diversidad estructural, América Latina busca la identidad cultural. La literatura muestra esa búsqueda, que intenta encontrar en la misma tierra, escenario de la tensión entre la influencia europea y las culturas locales, las raíces primordiales. Según Octavio Paz, estamos condenados a la busca del origen, o lo que es también igual, a imaginarla. La soberanía de la naturaleza, el mestizaje, resultante de una sociedad híbrida, el primitivismo que se complace en la exaltación de las formas elementales, la interpretación frecuente de la realidad a través de símbolos y mitos son características de la literatura hispanoamericana.
En el Romanticismo, la descripción del paisaje forma parte de un proceso de reconocimiento en que el artista busca volverse conciente de los límites patrios de la naturaleza que lo rodea. Lo que es devaneo para los europeos, es para los hispanoamericanos un acercamiento mayor del suelo patrio, un deseo de ver objetivamente. Buena parte de las obras de ese período enfoca el problema de la naturaleza a través de la lucha entre civilización y barbarie. En el polo de la civilización estaría el orden, el liberalismo (según modelos europeos y norteamericanos); del lado de la barbarie, el caciquismo del señor rural o el estrangulamiento de la libertad.
Desde la literatura del siglo XIX y con la novela de la tierra, el hombre se admira ante la naturaleza bravía y busca introducir la civilización en ese medio físico. La naturaleza y su transformación actúan como medio de identificación latinoamericana, denunciando los males sociales e intentando remediarlos. Generalmente esos autores tienen una visión romántica, aún, del choque entre esos elementos, lo que los lleva a poetizar la realidad y no sólo a reproducirla.
El regionalismo, en los países desarrollados y en vías de desarrollo ha sido y sigue siendo una fuerza literaria estimulante, funcionando como descubrimiento, reconocimiento de la realidad e incorporación a la literatura. Indigenismo, criollismo, regionalismo, naturalismo urbano concurren a una tendencia común, la documental, que trata de ofrecer un inventario de la realidad americana.
El regionalismo acentuó particularidades culturales que se habían forjado en áreas o sociedades internas contribuyendo para definir su perfil diferencial. Mostraba inclinación por la conservación de los elementos del pasado que habían contribuido al proceso de singularización cultural y buscaba transmitirlos al futuro, como una forma de preservar la conformación adquirida. El elemento tradición acaba siendo realzado por el regionalismo (con evidente olvido de las modificaciones que en su época había introducido en la herencia recibida), tanto en el campo de los valores como en el de las expresiones literarias. Buscando resguardar los mismos valores, en verdad los sitúa en otra perspectiva del conocimiento. El regionalismo incorpora nuevas articulaciones literarias que, a veces, va a buscar en el panorama universal, aunque frecuentemente en el urbano latinoamericano más cercano. Posibilitó y condicionó la literatura actual.
La crisis del realismo, a fines del siglo XIX, despierta en los escritores el deseo de superar un regionalismo inmediatista, a través de la organización de sistemas de símbolos sociales de contenido universal. Doña Bárbara añade a la tradición realista una alta tensión política. La realidad tiende a convertirse en símbolo, uniendo el realismo descriptivo al impresionismo artístico. La estructuración de lo telúrico en Doña Bárbara se procesa por la interpenetración de planos impresionistas y expresionistas, a través de lo metafórico y de lo mítico-alegórico. El tiempo mítico y el de la narración se interpenetran y el mensaje crea su propia realidad, transformando los referentes reales al recrearlos en el texto. Los referentes externos a la obra son vaciados de su significado. En este sentido, no denotan lo real sino lo significan. Hay, así, un efecto de real, una ilusión referencial.
lunes, 10 de marzo de 2008
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3 comentarios:
Genial, eres la única que rememoró en mí e incrementó información respecto al Regionalismo literario que necesitaba. Clara, y muy l[ogica. Gracias.
Hola
Harías bien en ponerle las comillas al párrafo que citas de Angel Rama, en Los procesos de transculturación en la narrativa latinoamericana.
saludo cordial
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