lunes, 10 de marzo de 2008

Los Mártires de Fermín Toro

Los Mártires se publicó por primera vez, por partes, en 1842,
en El Liceo Venezolano, órgano periodístico de la institución
científico-cultural del mismo nombre, fundada el año anterior, de
la que Toro llegaría a ser destacado colaborador.
La más evidente singularidad de Los mártires reside en su marco
escénico: contra toda previsión la acción de la novela transcurre
en la Inglaterra de la primera mitad del diecinueve, hecho que,
aunque explicable desde una perspectiva biográfica, tal vez consienta
otras interpretaciones.
Se trata, en rigor, de determinar el sentido de una obra que,
transcurriendo en Inglaterra, conserva las características comunes que distinguen a la producción novelística del período, aún cuando,
paradojalmente, estas características (en virtud justamente de aquel
escenario) parezcan convertirla en lo opuesto a la norma.
Es sabido que en la concepción romántica hispanoamericana la
función de la literatura se define como función social: la de
«ilustrar al pueblo, combatiendo sus vicios y fomentando sus
virtudes », denunciando las desviaciones del régimen político prevaleciente
o los residuos del antiguo sistema colonial, contribuyendo
al perfeccionamiento de la vida política, asumiendo, en suma, una
tarea. « civilizadora ». Al ejercer su denuncia no sobre su sociedad
nacional sino sobre una que, como la inglesa, aparece para buena
parte de sus contemporáneos como paradigmática (frases como « un
país sin ingleses es como un bosque sin pájaros », o « la libertad
es como una locomotora, sólo puede ser manejada por maquinistas
ingleses » son moneda corriente entre los románticos americanos).
Toro no sólo difiere diametralmente de la mayoría de los hombres
de letras de su época, sino que ofrece un texto que permite iluminar
las condiciones sociales de la Venezuela de esos años.
La obra comienza, justamente, con una serie de escenas destinadas
a iluminar la contradicción entre una sociedad aparentemente
opulenta y feliz y la miseria que se oculta en ella; entre
un sistema superficialmente perfecto y las lacras que esconde.
A partir de allí, la historia que se ofrece al lector se endereza a
mostrar, a través de las trágicas peripecias de los personajes, una
serie de espacios que se ordenan en los términos antitéticos expuestos.

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