lunes, 10 de marzo de 2008

Regionalismo

En la primera década del presente siglo, mientras en Europa imperaban las corrientes de la literatura vanguardista, en Hispanoamérica, siguiendo la tendencia del realismo, surge un tipo de novela que se va a denominar regionalista. La novela regional nace con un propósito de situar de relieve los problemas que aquejan a cada nación latinoamericana en particular, dando así origen a diferentes obras narrativas entre las que figura “Doña Bárbara” de Rómulo Gallegos. Doña Bárbara, su primera obra de éxito y considerada en su momento como la mejor novela sudamericana cuenta el conflicto entre Doña Bárbara, que significa el aspecto salvaje de la naturaleza, y Santos Luzardo, que es la ley, el orden, el futuro, la modernidad.
En su diversidad estructural, América Latina busca la identidad cultural. La literatura muestra esa búsqueda, que intenta encontrar en la misma tierra, escenario de la tensión entre la influencia europea y las culturas locales, las raíces primordiales. Según Octavio Paz, estamos condenados a la busca del origen, o lo que es también igual, a imaginarla. La soberanía de la naturaleza, el mestizaje, resultante de una sociedad híbrida, el primitivismo que se complace en la exaltación de las formas elementales, la interpretación frecuente de la realidad a través de símbolos y mitos son características de la literatura hispanoamericana.
En el Romanticismo, la descripción del paisaje forma parte de un proceso de reconocimiento en que el artista busca volverse conciente de los límites patrios de la naturaleza que lo rodea. Lo que es devaneo para los europeos, es para los hispanoamericanos un acercamiento mayor del suelo patrio, un deseo de ver objetivamente. Buena parte de las obras de ese período enfoca el problema de la naturaleza a través de la lucha entre civilización y barbarie. En el polo de la civilización estaría el orden, el liberalismo (según modelos europeos y norteamericanos); del lado de la barbarie, el caciquismo del señor rural o el estrangulamiento de la libertad.
Desde la literatura del siglo XIX y con la novela de la tierra, el hombre se admira ante la naturaleza bravía y busca introducir la civilización en ese medio físico. La naturaleza y su transformación actúan como medio de identificación latinoamericana, denunciando los males sociales e intentando remediarlos. Generalmente esos autores tienen una visión romántica, aún, del choque entre esos elementos, lo que los lleva a poetizar la realidad y no sólo a reproducirla.
El regionalismo, en los países desarrollados y en vías de desarrollo ha sido y sigue siendo una fuerza literaria estimulante, funcionando como descubrimiento, reconocimiento de la realidad e incorporación a la literatura. Indigenismo, criollismo, regionalismo, naturalismo urbano concurren a una tendencia común, la documental, que trata de ofrecer un inventario de la realidad americana.
El regionalismo acentuó particularidades culturales que se habían forjado en áreas o sociedades internas contribuyendo para definir su perfil diferencial. Mostraba inclinación por la conservación de los elementos del pasado que habían contribuido al proceso de singularización cultural y buscaba transmitirlos al futuro, como una forma de preservar la conformación adquirida. El elemento tradición acaba siendo realzado por el regionalismo (con evidente olvido de las modificaciones que en su época había introducido en la herencia recibida), tanto en el campo de los valores como en el de las expresiones literarias. Buscando resguardar los mismos valores, en verdad los sitúa en otra perspectiva del conocimiento. El regionalismo incorpora nuevas articulaciones literarias que, a veces, va a buscar en el panorama universal, aunque frecuentemente en el urbano latinoamericano más cercano. Posibilitó y condicionó la literatura actual.
La crisis del realismo, a fines del siglo XIX, despierta en los escritores el deseo de superar un regionalismo inmediatista, a través de la organización de sistemas de símbolos sociales de contenido universal. Doña Bárbara añade a la tradición realista una alta tensión política. La realidad tiende a convertirse en símbolo, uniendo el realismo descriptivo al impresionismo artístico. La estructuración de lo telúrico en Doña Bárbara se procesa por la interpenetración de planos impresionistas y expresionistas, a través de lo metafórico y de lo mítico-alegórico. El tiempo mítico y el de la narración se interpenetran y el mensaje crea su propia realidad, transformando los referentes reales al recrearlos en el texto. Los referentes externos a la obra son vaciados de su significado. En este sentido, no denotan lo real sino lo significan. Hay, así, un efecto de real, una ilusión referencial.

Silva Crolla. Francisco Lazo Martí

La Silva Criolla de Lazo Martí es una constante invitación a ese productivo volcar los ojos sobre la tierra, no sólo desde el punto de vista de la generosidad con que la naturaleza ha premiado a Venezuela, sino por lo que la naturaleza misma, el campo, las flores, los ríos, las montañas, el límpido cielo, constituyen un continuo y verdadero solaz para el espíritu. Quizás esto salvó a Lazo Martí de un final trágico, dada su depresión ante la soledad, la tristeza y el desamor.
Estamos ante un poeta a quien mortifican serios interrogantes; un poeta que dice de sí mismo que está "luchando en vano entre misterio y duda", mientras "el alma enferma y el corazón vacila". Un poeta que no logra dormir por las noches y que se ve envuelto por una doble oscuridad: las sombras nocturnas, y sus incertidumbres. En tales condiciones anímicas, todo cuanto emite alguna luz constituye un sedativo para el espíritu atormentado. Por ejemplo, el cocuyo que destella en la espesura, y que no se mancha en el pantano de las vacilaciones. El cocuyo, diminuto fanal, se convierte en el símbolo de una esperanza cuando el poeta desea que alguna luz como la suya, no importa cuán pequeña, alumbre el camino del alma hacia los reinos del más allá.
Esta utilización de elementos de la naturaleza llanera para simbolizar su atormentada crisis interior, se encuentra en pasajes fundamentales de la Silva Criolla. Por tal motivo, este poema expresa inquietudes universales y eternas que van más allá del simple registro objetivo del paisaje. En esta silva, Lazo conjuga algunos rasgos de su vida sentimental y del mundo interior de sus dudas y valores ético-políticos. Están, así mismo, los testimonios de su exacto conocimiento del paisaje y las costumbres llaneras; la evocación de la primera esposa, fallecida prematuramente. Y sirviéndose de imágenes de la tierra, aparecen algunas de sus inquietudes espirituales relacionadas con el misterio de la vida y de la muerte. Cada uno de los once cantos que forman la silva es autónomo, puede leerse con independencia de los restantes. Sin embargo, se trata de un poema único, de armoniosa y unificada estructura formal y temática.

Los Mártires de Fermín Toro

Los Mártires se publicó por primera vez, por partes, en 1842,
en El Liceo Venezolano, órgano periodístico de la institución
científico-cultural del mismo nombre, fundada el año anterior, de
la que Toro llegaría a ser destacado colaborador.
La más evidente singularidad de Los mártires reside en su marco
escénico: contra toda previsión la acción de la novela transcurre
en la Inglaterra de la primera mitad del diecinueve, hecho que,
aunque explicable desde una perspectiva biográfica, tal vez consienta
otras interpretaciones.
Se trata, en rigor, de determinar el sentido de una obra que,
transcurriendo en Inglaterra, conserva las características comunes que distinguen a la producción novelística del período, aún cuando,
paradojalmente, estas características (en virtud justamente de aquel
escenario) parezcan convertirla en lo opuesto a la norma.
Es sabido que en la concepción romántica hispanoamericana la
función de la literatura se define como función social: la de
«ilustrar al pueblo, combatiendo sus vicios y fomentando sus
virtudes », denunciando las desviaciones del régimen político prevaleciente
o los residuos del antiguo sistema colonial, contribuyendo
al perfeccionamiento de la vida política, asumiendo, en suma, una
tarea. « civilizadora ». Al ejercer su denuncia no sobre su sociedad
nacional sino sobre una que, como la inglesa, aparece para buena
parte de sus contemporáneos como paradigmática (frases como « un
país sin ingleses es como un bosque sin pájaros », o « la libertad
es como una locomotora, sólo puede ser manejada por maquinistas
ingleses » son moneda corriente entre los románticos americanos).
Toro no sólo difiere diametralmente de la mayoría de los hombres
de letras de su época, sino que ofrece un texto que permite iluminar
las condiciones sociales de la Venezuela de esos años.
La obra comienza, justamente, con una serie de escenas destinadas
a iluminar la contradicción entre una sociedad aparentemente
opulenta y feliz y la miseria que se oculta en ella; entre
un sistema superficialmente perfecto y las lacras que esconde.
A partir de allí, la historia que se ofrece al lector se endereza a
mostrar, a través de las trágicas peripecias de los personajes, una
serie de espacios que se ordenan en los términos antitéticos expuestos.

domingo, 9 de marzo de 2008

Andrés Bello

Silva a la Agricultura de la Zona Tórrida

Andrés Bello edifica su obra desde los firmes pilares que lo acompañan toda la vida, es decir, su lenguaje, su educación y su buen gusto.
En la silva a la Agricultura de la Zona Tórrida, observamos que utiliza todos los medios que tiene a su alcance para dar a conocer la civilización hispanoamericana y ese mundo tropical con gran variedad de paisajes y lugares, logrando dar una definición a la Naturaleza más clara y precisa que sólo selvas húmedas, cálidas e impenetrables.
Siendo el primer sabio en preocuparse por la emancipación intelectual de América comenzó por buscar los rasgos característicos de los hispanoamericanos, considerando que éste era el primer paso para lograr la autonomía cultural que llevaría al continente americano a la verdadera libertad.
En esta silva, Bello busca la identidad hispanoamericana con la descripción de la naturaleza civilizada, manifestando su preocupación por el escaso cultivo de la tierra. En este sentido, Bello contrasta el abandono del campo y la gran cantidad de riqueza material y cultural de las ciudades. Asimismo, en su canto a la agricultura de la Zona Tórrida, Bello manifiesta que la libertad de América, esa América libre, era posible lograrla con los libros, volviendo los ojos a las letras y así vivificarlas.
En todo caso, la ideología de Bello nunca fue intransigente a pesar de ser conservadora; la prudencia fue una de sus virtudes y su idea central fue siempre que una democracia no puede subsistir si no va respaldada por una educación adecuada para los ciudadanos, exhibiendo en todo momento su preocupación por los estudios y la independencia intelectual de todos y cada uno de los hispanoamericanos que eran su principal preocupación por ser allí donde se encontraban sus raíces.